31 de Diciembre 2003
San Silvestre
EXTERIOR, DÍA. Una barriada concreta o, mejor, una cualquiera.
A planta la planta del pie derecho sobre la fachada del bloque de pisos, el culo sobre el talón y las manos en los bolsillos. Silba cíclicamente "Guárdame" de Javier Ruibal, y gira el cuello (cada dieciseis compases, más o menos) para comprobar que la persiana del tercer piso sigue bajada... "y tu corazón sin dueño", coda por bulerías.
Antes de que la canción dé otra vuelta más sale alguien del portal, un VECINO, unos treinta años:
V: Hasta mañana no viene.
A: Vaya, qué mal.
Y el que esperaba saca ambas manos de los bolsillos, una con un cigarro, otra con el mechero, y prende el primero como pausa valorativa.
V: ¿Qué querías?
A: Quería dos.
V: ¿Doce?
A: Aro.
V: Si quieres te dejo quince a treinta.
A: Qué va, tío, hazte dos, ¿no?
V: Venga. Hasta ahora.
("...y los juegos del espejo, y tu pecho y tu lunar...")
V: Mira qué lengua, chaval. Está caliente.
A: La mejor comida, la de microondas, ¿que no? Jajaj, está de arte, quillo. Gracias, gomita buena.
V: Jejeje, anda, ten cuidao no te vayas a atragantar. Dame un cigarro.
A: Toma.
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