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15 de Octubre 2003

Postcedente: primera clase*

No va a haber mayor problema (creo) si estoy despierto (también literalmente) en estos días. El sitio supera todas mis expectativas: durante el almuerzo, a las 13:10, los Animadores ensayan la canción de Candi, Candi en el escenario del comedor, además de un megamix de New York, New York, West Side Story y Cantando Bajo la Lluvia. Les miro poco por su vergüenza y por la mía.

Por cierto, una vez más NO oí el despertador ayer, sino que ha sido la tensión en la vejiga (frío) lo que me ha puesto en pie con el tiempo justo del lavado felino y la bajada de gacela al bar. No a desayunar (mentos forever) sino a que el jefe de Calidad de aquí me explicase que el apartamento familiar que ocupo (dos habitaciones, cama grande, cocina y un salón que es casi del tamaño de mi piso) era el lugar donde también doy las clases, de modo que durante la mañana de ayer se estuvo convirtiendo el salón del apartamento en una academia en miniatura... Menos mal que esta habitación (y su atmósfera) están separados del resto por una puerta corredera años sesenta: porque las puertas y algunos apliques delatan que este edificio lleva desde entonces aquí.

Y si yo llevase barba y gafas (que la corbata sí la llevo) probablemente la primera clase se hubiese desarrollado de forma más ordenada. Pero como no, y como los "alumnos" (personal del hotel) se conocen entre ellos, ayer se me subieron bastante a las que me afeito. Sin embargo hoy ha vencido el "pequeño saltamontes", con hora y media de monólogo teórico previamente guionizado. Y al finalizar, las dudas.

Pero decía que superaba todas mis expectativas el lugar. Pues no. Bien es cierto que no esperaba tener (¡que pagar!) internet en el vestíbulo, pero no hay ni cepillo de dientes ni peine en el cuarto de baño; de hecho no encontré neceser, sino muchos jabones. Así que lo primero, pasta, gel, champú, etcétera lo fui a comprar ayer, pero con un olvido imperdonable... que ha hecho que esta mañana, como la anterior, tenga que peinarme con uno de los tenedores de la cubertería (completísima, eso sí) que descubrí, al llegar, buscando dedos mutilados en los cajones del mueble de la tele. Así estamos.

Vale. Hoy ya me he hecho de un peine, cocacolas, un paquete de cinco de hurry up y hasta de una lima de uñas: me he hecho más o menos a/con la gente y con el sitio. Ahora queda no descubrir ni el hígado ni el mentón, y gastar codos durante nueve días más. Me está gustando a mí esto.

Que viva la movilidad laboral, entiéndaseme. Y gracias por leerte todo esto.

*post escrito, pero NO publicado ayer por mor de un imprevisto en los ordenadores: "lo sentimos, pero no se puede jugar hasta mañana".
 Enlace a este texto


Cuando el reloj marcaba 11:01 PM |  11 comentarios 

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