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8 de Julio 2003

Pues ponte allí

Era hipocondriaco, en un momento de su vida comenzaron a ser frecuentes las jaquecas. Más que dolores de cabeza eran dolores EN la cabeza: de pronto estallaba una carga en el parietal izquierdo, sobre la oreja; o un respingo de dolor occipital le hacía ponerse recto. Molestias localizadas, focos de dolor dispersos en la geografía craneal... síntomas de estrés, le decían.

Pero al poco tiempo notó cierta "lógica" en las punzadas, siempre localizadas, siempre en los mismos sitios. A saber. Tras una caminata, al torcerse un tobillo, con un pisotón... mazazo en la frente; desconocía una indigestión, pero era consciente de que si comía fritos le ardería la sutura coronal... Alguien le dijo que los pabellones auditivos representaban dos fetos enfrentados que nos hablan, trasunto de "hijos" de la cabeza, que es un cuerpo. Se acordó de aquél póster de Freud en la que su cara es una mujer desnuda, y supo convivir desde entonces mejor con sus dolores: ya no le asustaban, porque comprendía a qué y de dónde venían, sabia dónde y porqué, en qué punto y a qué órgano vital.

Sólo temía a que un día le doliese la coronilla, el remolino que se peinaba cada mañana sin mirarse, el único punto de su corteza donde no le había pulsado nunca el organismo. Porque sabía que esa zona era la asociada a la cabeza y, mientras no le doliese ahí, todo iría bien.
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Cuando el reloj marcaba 2:16 PM |  2 comentarios 

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